Tengo caviladas cincuenta y tantas
razones
para no dejarte.
Sería cosa de enumerarlas
en cincuenta y tantos versos alejandrinos,
de una en una
o de cinco en cinco,
y tan azules como el azul más azulado.
Lo que pasa es que uno,
con los años y demás,
ya no se siente motivado para rondar y razonar
tan lirófora y celeste empresa.
Sabe al menos -y que te sirva
de precedente- que una de ellas
eres tú.
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